No morimos envueltos en banderas,
Acá la revolución la hacemos en bicicleta,
pintando poesías en las paredes,
tomando mate bajo la luna casi llena.
No sé cómo se llama la luna cuando está casi llena,
Cuando parece que tiene un dedo encima, que es un dibujo desprolijo,
O que la borraste por la mitad.
Pero te invito a que vayamos para allá, a tomar mates mientras todos duermen,
Y a jugar, y creernos, que la luna tiene un dedo encima.
Ya habrá momentos para que a la luna casi llena le digamos
(Ahora sé),
creciente o menguante;
será cuando paseemos por Santa Isabel y también nos inviten al banquete de verduras, papines, y pinos – porque nada se tira, todo se recupera - ;
Y después chapoteemos en un mar bajo las barrancas
cantando nocturnas o valses para la duna.
Será cuando no sea necesario tener miedo,
O pintar poesía en las paredes;
Cuando el corazón baile todo el día al compás de la destrucción,
De la pasión por la creación.
Pero acá todavía no. Acá salimos en bicicleta,
Contra el terror,
Y damos una vuelta y miramos la ciudad,
Y llenamos sus rincones de pequeñas historias,
Y juntamos papel, para que vuelva a ser papel, y lo cocemos, para que vuelva a servir;
Como cocemos la revolución,
Y las horas, y los minutos, y somos más,
Y uno…
…Que bajo la luna casi llena intenta(mos) entender por qué todavía no,
Por qué no renacen las rebeldías de la tierra,
Y morimos envueltos en banderas.
Nos zambullimos en un mar de palabras y queremos saber por qué,
o cómo: cómo hacer para que surjan de nuevo fundando realidades,
y no de a pasitos, sino a saltos agigantados,
así mañana nomás nos encontremos en las barricadas,
y recuerde con un poco de nostalgia
cuando me zambullía en las palabras y aprendía de las muertes y la vida,
y me llenaba sólo con mirar las estrellas,
pensando que la luna tenía un dedo encima,
porque así estaba un poco más lejos, o más cerca,
según dónde me encontraran los pies y el alma,
según dónde quiera sentirme.