El lunes me levanté temprano. No tanto como debería haber sido, pero temprano al fin. Con tanto viento no había dormido bien. Me levanté, escuché un radio teatro en Radio10 (cuyo audio hay que conseguir porque es tragicómico nefasto) y después de unos mates con frutigran salí de responsabilidades. Me mojé en la facu. Me mojé yendo a casa. Me mojé yendo a la otra clase. Y a la vuelta también. Eran como las 15.30 y seguía lloviendo, pero yo ya estaba en casa. Después de saciar otras responsabilidades, me dispuse a pasar la vida buena: panqueques, mates, lluvia y una película que no me haga pensar. Así fue como, entre flashes de Jurassick Park 2, me dormí mi siesta.
- Lau me voy. ¿Voy a tener frío así?
- Eh? No, estás bien. Si en la cancha entre tanta gente te morís de calor.
- Bueno, chau!
- Bueno. Ey Juli, cuidate...
- Pero sí... Además yo no me cuelgo del colectivo ni nada, salto un poco nomás.
- No pero posta, no por vos, pero viste...
Mi hermano Julián va a ver a Central siempre que juegue de local. Ahora tiene 16, en ese momento estaba pasando su último día de 15 años. Unas (cuantas) horas después nos íbamos a reir de esa charla. Y de la del día anterior también, cuando en el almuerzo familiero nos pusimos a hablar de cárceles, detenidos, hurtos y pintadas. Julián le había preguntado a mis viejos sobre qué harían en caso de que vaya preso.
Sigo con la siesta. Se fue Julián, llegaron los viejos. Mate va, mate viene. Después, ya en mi habitación, organizaba mi cena noche show con amigos flieros y porteños. Hasta ahí todo bien. Bajaba a avisarle a mi madre que no cenaba en casa cuando la escucho hablar con mi abuela: "no, Juli está en la cancha, quedate tranqui, sí re bien..." Después, escucho que corta. Va a la tele: "mirá Santiago, ya pasan imágenes de la cancha. A ver si lo veo a mi hijito lindo que seguro se fue redesabrigado ese.." Mi padre hablaba por teléfono. Corta. Y dice: "Julián está yendo a la novena".
Todo eso en un instante. Yo no había llegado a terminar de bajar las escaleras. Eran como las 19.30, no tengo idea. Mi madre enloqueció: que no le hagan nada a mi hijo, que más vale me expliquen por qué se lo llevaron, que es menor, que no puede estar mucho, que ya me van a escuchar, que lo llamo a Sergio, que llamo a un abogado, que pim, que pum, que pam. Mi papá la calmaba y le decía que no se preocupe. A mí me temblaban un poco las patas. Porque soy maricona, pero no estúpida.
Medio para cuidar a mi vieja, medio para ayudarla a poner una bomba en la comisaria, salimos las dos para la novena. Mi papá me encomendó cuidar a la vieja. Él se iba a trabajar, pero que cualquier cosa lo llamemos. Durante el trayecto, Jeremías fue nuestro guía del barrio Arroyito y ahora lo queremos más que antes.
Con Julián pudimos hablar una vez más, "no firmes nada Juli, ni digas nada, ni des declaración, ni nada", es lo único que pude decirle. Después el comando le iba a sacar los celulares, después también, Julián contaría que el no dijo ni su nombre a la policía: "porque mi hermana y mi mamá me dijeron que no diga nada". Un genio. Pero por suerte no se le rieron (como sí sucedió con el niño de 16 años que se largó a llorar).
Cuando llegamos ya había dos padres. Marcela estaba a los gritos. Yo la calmaba, un padre también. "Quedate tranquila, ya estás acá", le decía. Mi mamá le contestó que mientras su hijo esté ahí dentro no iba a calmarse. Después llamó a sus compañeros del diario, los de policiales que saben bien qué hacer y qué pasa, y ellos la calmaron. Eran ... no sé, no sé si casi las nueve o si casi las ocho. De a poco llegaban padres. De a poco nos enteramos que los bajaron de un colectivo en el que hacían quilombo.
Eran doce o catorce detenidos menores, un par mayores. Los menores salieron a eso de las once de la noche, de los mayores no supimos.
La comisaria novena es un tanto tétrica. Al menos lo que pude ver. En las paredes, dos cuadros, un "arte" escalofriante. Había también un papel sobre la desinfección, que recomendaba dos cosas: algo de ventiluz, de mosquiteros y de tapar agujeros porque podían entrar ratas.
Los miedos eran alentados por los policías. Y las policías. A veces me dan más miedo ellas. Iban y venían, nadie sabía qué hacían con los pibes adentro. Se reían, se escuchaban gritos, hablaban por celular, chusmeaban y después iban a lo serio, o sea, nuestros pibes, para ver lo de los trámites para entregarlos, como si fueran paquetitos.
Los miedos eran alentados por los policías. Y las policías. A veces me dan más miedo ellas. Iban y venían, nadie sabía qué hacían con los pibes adentro. Se reían, se escuchaban gritos, hablaban por celular, chusmeaban y después iban a lo serio, o sea, nuestros pibes, para ver lo de los trámites para entregarlos, como si fueran paquetitos.
En un momento dejaron el aparatito para comunicarse con los comandos prendidos y se escuchaba a un policía cantar. Era patético. Manejaba y cantaba. Yo pegué onda con una gordita que esperaba a su sobrino y llorabamos de la risa. "Después los llamamos y no atienden", dijo. Y se le reía. La gordita había llegado con toda la familia, buscaban a un chico de 16 años que iba en el colectivo. "Pobrecito", me dijo. "Es más cagón, seguro está llorando". Se notaba que tenían experiencia. Y estaba bueno que ellos estén ahí y aconsejen a personas como mi vieja. La madre, o abuela, nos decía que más de cuatro horas no podían estar, que igual los van a retener, que seguro los sacaban como a las once, una hora antes, justito. Y que sino, había que llamar a nosédónde y el lío que se iba a armar. Fue esa señora la que preguntó en voz alta si ya no avisaban en las casas que los menores estaban presos. "Como llamaron ellos mismos no avisamos", dijo la policía. Al rato tomaron asistencia de padres. Y entonces, a las diez y cinco, llamaron a las casas de los que faltaban. Para cuando yo me fuí una sola madre había sido encontrada y había llegado, ¿y el resto?
Los padres, las familias, también formában parte del escenario de esa noche. Había una pareja bien clase media: la madre puteaba, el padre hacía chistes. La madre puteaba pero no sabía bien a quién o cómo: ella estaba en la misma posición, en el mismo lugar de ignorancia y sumisión que esos negrosdemierda. Ahora, entonces, los negrosdemierda eran los policías. Negros e ignorantes. "Sí", le dije yo cuando agregó lo de que los sacan de la calle y ni saben leer. "Es lo que necesitan". Fue la primera vez que hablé.
El padre hacía chistes. Era gracioso el viejo, hasta que en un momento escuchamos un ruido seco y dijo "ahí fusilaron a uno". Creo que sólo yo lo escuché. Como soy chistenegrofanática me reí. Pero un segundo. Después entendí algunas cosas y casi lloro.
Había unos padres que hicieron un grupito porque sus hijos eran amigos entre sí. "¡Ah vos sos el padre de Pepito", "¡a vos sos la madre de Menganito!"
También había un padre top, que creo que esperaba a un mayor, que se compró unas papas fritas lays para la esperaba y tenía un celular que sonaba a cada rato con un patético "quiero mover el bote, quiero mover el bote". Mi mamá quería matarlo. Ella seguía riéndose y de vez en cuando decía algo. Siempre estuvo en el mostrador. Y me decía que esté atenta, que eso -estar incomunicados, no saber qué carajo pasa ni cuánto ibamos a esperar, que escriban los datos, los antecendentes, todo, a mano- también es abuso de autoridad y maltrato.
También había un padre top, que creo que esperaba a un mayor, que se compró unas papas fritas lays para la esperaba y tenía un celular que sonaba a cada rato con un patético "quiero mover el bote, quiero mover el bote". Mi mamá quería matarlo. Ella seguía riéndose y de vez en cuando decía algo. Siempre estuvo en el mostrador. Y me decía que esté atenta, que eso -estar incomunicados, no saber qué carajo pasa ni cuánto ibamos a esperar, que escriban los datos, los antecendentes, todo, a mano- también es abuso de autoridad y maltrato.
Había un padre que se reía. Se daba cuenta de la situación mitad graciosa mitad dramática, y él le decía a mi vieja que esté tranqui, que lamentablemente los otros tenían el poder. Ella le decía que no le iba lo de la sumisión. El padre de quiero mover el bote proponía que, en caso de que gane Central, llevaramos a los pibes semanalmente presos. Nos reíamos. De vez en cuando alguien iba a preguntar cómo iba el partido. Ganó Central, y fue recién ahí cuando los trámites agilizaron. ¡Ah! ¿Coincidencia?
Una madre nos había advertido eso. Ella llegó temprano y le dijeron que se vaya a ver el partido tranqui. Lo hizo. También se notaba que tenía experiencia. En el entretiempo pasó por la comisaria y preguntó si la metían presa por pegarle a los hijos ahí dentro: "me están haciendo perder el partido". La policía le dijo que ahí no, que aguante unas cuadras. Sus hijos salieron primero y, salvo el de diez años, se notaba que también sabían cómo era eso de caer.
Salían de a poco. Julián salió riéndose. "Me río para no llorar". Los policías y chicos demorados que salían lo saludaban: "¡feliz cumple Julián!". El saludaba. Mi mamá y yo no saludamos a los canas.
"Son más cargosos los presos", decía Julián sobre su aventura. Y contó: que el colectivo era un quilombo, que estaban hasta en el techo y que habían sacado un vidrio y todo. Pero que a los que hicieron eso no se los llevaron, sino que los bajaron a ellos, a los que tenían la camiseta, y adentro. Y que adentro estuvo todo bien, que hasta querían hacer una pelota de fútbol con medias para pasar el rato. Algunos sabían de estar ahí, es más, uno temblaba por sus 28 causas y su libertad condicional. Otros tenían miedo. Otros, como Julián y otro chico con que hablamos, se lo tomaron con soda.
"Son más cargosos los presos", decía Julián sobre su aventura. Y contó: que el colectivo era un quilombo, que estaban hasta en el techo y que habían sacado un vidrio y todo. Pero que a los que hicieron eso no se los llevaron, sino que los bajaron a ellos, a los que tenían la camiseta, y adentro. Y que adentro estuvo todo bien, que hasta querían hacer una pelota de fútbol con medias para pasar el rato. Algunos sabían de estar ahí, es más, uno temblaba por sus 28 causas y su libertad condicional. Otros tenían miedo. Otros, como Julián y otro chico con que hablamos, se lo tomaron con soda.
El hijo de los de típica clase media salió y enseguida preguntó cómo había salido Central. Es lindo eso del club. El padre había dicho que con eso iba a poder ajustarle un tornillo, la madre que lo haría si el pibe quedaba vivo después que lo agarre ella. En el pico de la incertidumbre ella había dicho, con un poco de sarcasmo: "está fallando el sistema parece". La abuela, la de la familia de la gordita, la que nos tranquilizó a todos, la miró y le contestó: "no señora, el sistema anda muy bien".
genial, muy bueno en serio.
ResponderEliminarlo de chistenergro facil, un amigo dice q es el UNICO humor, pero es demasiado fundamentalista.
lo de Central, en mi visita a rosario, debatimos con los pibes a ver quien "podia" mas, hasta que vimos un paredon de una casa que rezaba gigante azul y oro "soy canaya y pijudo". me causo mucha risa e inmediatamente se decreto que Central podia mas que Ñuls.
lo de los comentarios, se van a spam, si va a comentarios los vas a encontrar ahi. no se porque.
skay toca el otro finde en rosario. este me voy a tandil a ver al indio. vos decis q sale doblete?
qué masa!!! te hice público :D
ResponderEliminarNo tengas dudas de lo de Central amigo.
Y no tengas dudas q sale doblete. No sé cómo se organiza mi calendario mental, pero cualquiera sea esos fines de semana estoy de fiesta por mi cumple. Chifle.
Si caías vos otra que Sacco y Vanzetti (?)
ResponderEliminar(o sea, chiste malo pero que denota cierta intelectualidad)
ResponderEliminarYo tengo en mi billetera un pequeño manual acerca de qué hacer en caso de ser detenido, ja.
Aunque ahora que veo es de la Pcia de Buenos Aires, y cada provincia tiene distintos derechos y códigos contravencionales.
La correpi suele editar así tipo manuales en caso de detenciones.
eso.
Y en cuanto a tu hermano, algo habrá hecho(?)
adios!
increible el final: se merece un aplauso de pie la abuela.
ResponderEliminaryo podria escribir una desde la comisaria tambien, del día que cayo el comandante santiago luego de feroz combate contra las milicias del Easy de rondeau, entre barricadas con changuitos de supermercado y un poder de fuego que ascendía a los cuatro ganchitos de engrampadora por segundo. finalmente fue abatido el comandante y trasladado a la 10ma de la cual logró evadirse gracias a la complicidad de sus compañeros armados con abogado de derechos humanos y biscochitos agridulces.
como dice albertengo: "no estamos todos, faltan los presos".
(aguante newells!)
Primero, excelente relato, con aun mejor final.
ResponderEliminarSegundo, no esperaba aparecer. Sonrei cuando me lei.
Tercero: miguee, por favor, escribi ese relato de la toma del easy, la barricada de changuitos, el secuestro del guardia de seguridad y la caida en combate del compañero santiago...
Cuarto: si decisids escribirlo, tengo varias cosas en mente... podemos hacer un Operación Masacre Posmo.-
nunca hablé tanto con jeremías springield como el día de que cayó el comandante santiago
ResponderEliminarqué jornada!!!!!!
Recuerdo haber fumado una marihuana muy humeda.
ResponderEliminarEl comandante santiago me hablo en un sueño, dijo que cuente la historia, que nadie me calle.
Todos conoceran El asalto de los changuitos...