Y entre tanta chirimboleada hay un aerosol negro, que nadie puede volver a usar. Es un recuerdo también, de los días en que la familia estaba de paro.
Si no me equivoco, esos días empezaron hace un año. Pero en realidad no lo sé; sí estoy segura de que estos días son aniversarios de aquellos días.
Hoy salía de clase y me crucé a Malena y Painé, y nos pusimos a charlar. Una charla común, sobre la facultad y cómo va, yo todo bien, ¿y vos? Yo también.... Hasta que Malena lo dijo:
- ¡estamos las tres! ¡A un año!
- ¿a un año de qué Male? ¿De terminar?
- ¡¡No!! ¡Del conflicto!
Y sí, estamos a un año. Y sí, fue inevitable: empezamos a recordar paso por paso, día por día, y nos dimos cuenta que fue tanto, que no nos acordamos de nada...
... Según lo que reconstruímos, todo empezó un martes, segundo día de elecciones universitarias. Me acuerdo de cuando Painé se me acercó y me dijo: "a mí viejo lo echaron. Convocamos a las 12 a la puerta de la radio"; pero no me acuerdo qué pensé yo. Sí sé que llegué a casa, y mi madre estaba hablando con Estela, y en su cara sólo leía preocupación. No me acuerdo qué pasó, sí que el paro empezó esa noche.
Al día siguiente cerraban las elecciones en la UNR. Yo estaba haciendo un trabajo - que quedó inconcluso - para Indymedia, y entonces daba vueltas por el paro, ya frente al diario La Capital, y por la facultad de Humanidades, por la de Ciencias Políticas, viendo, escuchando, tratando de entender qué pasaba en cada lugar. Esa noche, sin penas ni glorias, volví a casa, donde las caras de preocupación eran más grandes. La Capital estaba de paro y todos estaban decididos a que al otro día no salga, por primera vez en la historia, el diario más importante de la ciudad. A esa altura ya eran unos cuantos los despedidos en las radios del multimedio Vila-Manzano, e iban por el medio gráfico. Y allí trabaja mi madre, y corrían las sospechas de que algunos conocidos, incluida ella, encabezaban la lista negra. ¿Y cómo podíamos permitir eso?
Me acuerdo de esos días como aquellos en que "la familia estaba de paro".
Me acuerdo de que mi madre se pasaba toda la noche afuera haciendo vaya uno a saber qué actos de vandalismo, y que con mi viejo y Julián nos levantábamos, la dejábamos dormir, y nos acercábamos a la puerta del diario, donde se hacía guardia para que nadie entre a trabajar (lo mismo sucedía en las radios).
Me acuerdo de las charlas, los almuerzos y cenas, en que mi viejo (mi mamá casi ni volvía) rememoraba viejas luchas desde La Capi, desde el Sindicato... cómo surgió la lista del Sindi, cómo los despidieron del diario. De todo, de todo eso me acuerdo. Hasta de que a Cami recién se le empezaba a ver la panza y ella iba con Mora y Nahuel al paro, y yo los abrazaba a los tres, tan contenida.
Me acuerdo de las asambleas, la incertidumbre; de los que antes habían sido traidores, y los que lo eran en ese momento. De los nuevos amigos, los viejos amigos, las anécdotas, y la angustia permanente. De la tarde que pasamos tomando mate frente al diario y que luego nos fuimos a lo de Tania. Y no paramos, porque después partimos de intervención organizada por Ani, y entonces también me acuerdo de que "las paredes son nuestras", "el abismo no nos detiene", y "la imaginación contra el poder"; y que no sabía que las paredes iban a hablar tanto tiempo...
Y seguimos sin parar, porque después de esa misma noche, en que volví plena a casa, con una sonrisa de oreja a oreja, nos levantamos y fuimos a esa marcha, tan larga, tan llena de gente, de amigos... Que estaban ahí por ellos: nuestros amigos, y, ante todo, nuestros compañeros.
Me acuerdo del cumple de Rosi, de haber bailado toda esa noche, y levantarme al otro día para ir al evento en calle Santiago. Que esa tarde lo conocí a Ciro, que Estela nos mandó a ambos a pegatinar por el barrio, y que juntos hablamos de muchas cosas, hasta de que íbamos a ir a una reunión sin decir cuál; y que luego nos veríamos allí. Porque claro, esa misma noche fue mi primer encuentro con la FLIA, y también mi segundo encuentro con Ciro, y con otros chicos que había visto esa noche en que las paredes hablaron, y yo pensaba que no podía ser que todo sea tan chiquito, tan cercano, y que estemos sin vernos.
De todo eso me acuerdo, y de que los días siguieron. De que salía de clase y hola, chau, me voy al paro, estoy en el paro, caete al paro. Y que un día todos fueron reintegrados. Y mi mamá lloraba, no lo podía creer. Y todos se abrazaban, y yo también, y todos nos emocionábamos. Porque ahí éramos compañeros, y de paso éramos amigos, vecinos, familiares, desconocidos... unidos por una sola palabra: la lucha. Bueno, dos palabras, una idea.
Ese día, entre abrazos, Estela me invitó a almorzar. Nos sentamos en el bar La Capital, que ahora cerró. Comimos una ensalada. Ella me contaba de a puchitos, porque la gente no paraba de saludarla y preguntarle sobre los últimos llamados, las emociones, las asambleas.
Y me acuerdo de que al lado nuestro se había sentado una pareja, muy joven, que había estado todos esos días con nosotros. La chica estaba embarazada. Me acuerdo de ellos porque unos días después hicimos una fiesta y se pasó un video, y salían dándose un beso, bajo las banderas y las pintadas, con su panza gigante robando la pantalla; y cuando vimos esa imagen ellos estaban parados al lado mio, y lloraban tanto que me contagiaron las lágrimas, allí y ahora.
Porque ahora es como hace un año, o mejor, o más grande, porque todos seguimos siendo todos, y hasta más grandes y valientes; más fuertes y mejor aprendidos, como diría cierta profesora que tuve una vez. Y las paredes siguen hablando, a veces a los gritos, a veces susurrando, pero no cesan eh, no paran de desparramar recuerdos -presentes y futuros- por toda la ciudad.