martes, 22 de febrero de 2011

Precoces García Márques que escriben en Rosario

(hoy, mientras mi profesora me devolvía el final, me encontré a la madre de los chicos. me hizo quedar re bien. 
tengo ganas de volver a la casa de esos niños, el día que fui llovía como hoy. y me prepararon una merienda re linda) 




Felipe y Tomás tienen 9 y 12 años. Una sola letra diferencia su apellido del de Gabo; la pasión es la misma.



“Cuando me preguntan yo les digo: ¿qué tiene que ver él, que es colombiano, conmigo, que soy rosarino? ¡Nada que ver!”. Tomás García Márques tiene doce años y ganó una mención en el Concurso Municipal Infantil de Cuentos, a fines de 2010, por haber escrito “Un crimen de locos”. Su hermano Felipe, que el pasado 2 de enero cumplió nueve años, salió sexto por su cuento “La isla piratea”, siendo uno de los ganadores de una netbook. La similitud de su profesión y apellido con el reconocido escritor Gabriel García Márquez es llamativa, haciendo inevitable sonreír ante la coincidencia y preguntarles si suelen recibir comentarios o chistes sobre el apellido. “Siempre”, contesta Felipe. “Siempre quieren saber”, completa Tomás.
Ninguno de los dos juega a ser familiar de Gabo, el escritor colombiano; dan a entender que no lo necesitan: “Tenemos un tío que es escritor, Gustavo Boschetti se llama”, explica Tomás, con orgullo, mientras su hermanito sonríe y ambos señalan un libro de él que está sobre la mesa. Junto a su mamá, Silvina; su abuela, su hermanita Martina de cinco años y un amigo, Franco, que justo estaba jugando en la casa de los chicos, Felipe y Tomás contaron sus historias, las que ganaron y las que hacen a sus ganas de escribir. 
El tío escritor, una de ellas. También la biblioteca que hay en la entrada de su casa, los cuadros, las guitarras, los padres lectores. “Están en un ámbito cómodo para el libro”, explica su mamá, entre mates y mates.


Según cuenta Silvina, desde chicos escriben y leen, aunque sea “con la imaginación”. Felipe, por ejemplo, solía hacer cómics de guerreros y guerreras, y Martina, que está por arrancar el primer grado, dibujó en estas vacaciones su primer cuento: “La reina y el espejo mágico”. La más chica de los hermanos “García Márques” es tímida frente al grabador (sólo frente al grabador, contaría más tarde su mamá) y no revela ningún detalle de la historia. 
Tomás, por otro lado, ha ilustrado una serie de pequeños relatos de su tío. 


Antes de irse a dormir, los tres leen: Tomás, misterio; Felipe, sobre aventuras, monstruos o dragones, y ya está en una edad en que le pasa a Martina, para que “lea con la imaginación”, lo que él ya dejó de leer. Al ser esta la realidad que hace a los chicos, “el concurso fue por el placer por escribir, si ganaban la netbook todo bien, y si no también. Lo importante era que se habían sentado a escribir, a disfrutar de la escritura y la lectura, un hábito al que ya están acostumbrados”, resalta su mamá.


Siendo que uno vive bombardeado de televisión y convencido de que los chicos ya no leen, ya no escriben, ellos forman parte de ese grupo, seguramente más grande de lo que se piensa, de niños que rompen con todo ese imaginario colectivo. Tienen una historia y un presente que los hace lectores, escritores, artistas, más allá del apellido que tienen: ser un pequeño “García Márques” termina resultando anecdótico.
El concurso que acaban de ganar, Felipe entre los diez primeros, Tomás número 54 llevándose una merecida mención, convocaba a chicos a escribir cuentos, narraciones o relatos breves, de los cuales se seleccionaron diez que serán publicados en la primera colección de cuento infantil de la Editorial Municipal de Rosario. Y entonces, ¿de qué tratan las historias narradas por los chicos?
— (Felipe) Mi cuento se trata de una isla que en vez de estar pegada al suelo flotaba, y que cuando se pinchaba la arreglaban poniéndole una capa de papel, o algo así.
— ¿Y hay algún personaje principal?
—Sí, se llama Marco Steve.
—(Tomás) El mío, al llamarse “Un crimen de locos”, supondría que es de misterio pero es más un estilo (Roberto) Fontanarrosa, más gracioso. Se trata de una banda mafiosa, que roba toda la plata y diamantes a un adulto mayor, y que el próximo robo que iban a hacer era el de la piedra principal del Monumento a la Bandera, aunque la piedra que buscaban era una que estaba escondida adentro de la que se ve ahí. Y al final los terminan atrapando, y bueno…
—¿Y cómo se enteraron del concurso, y decidieron entrar?
—(Tomás) Me parece, porque no me acuerdo bien, que habían pegado como panfletos en las paredes de todas las cuadras, y entonces mi abuela vio uno y la llamó a mi mamá; y nos preguntaron y dijimos que sí. Y nos enganchamos. Cada uno hizo una parte y nos olvidamos de seguir haciéndolo. Y el último día, a último momento, lo terminamos los dos.
— ¿Y se imaginaban que iban a ganar?
—(Felipe) No, yo no.
—(Tomás) Cuando me dijeron que eran 600 chicos, yo pensé que no.
—Entonces, ¿cómo fue que se enteraron de que ganaron?
—(Felipe) Un día que estaba enfermo. Estaba en la cama de mi mamá, y viene mi papá y me cuenta.
—(Tomás) Sí, yo estaba acá. Primero llamaron para avisarle al Feli que había salido sexto, y después volvieron a llamar para decirme a mí. Y después nos mandaron correos electrónicos.
—¿Ya hablaste con la ilustradora? ¿La conocés?
— (Felipe) No, no hablé. Un señor nos contó quién iba a ser la ilustradora (Laura Ruggeri), y entonces mi mamá dijo: “¡Yo a ella la conozco!” Y es que era la censista que había venido a casa.
—(Tomás) Aparte ella nos conoció a nosotros porque cuando vino todos bajamos a atenderla y no sabíamos si ella nos hacía el censo a nosotros o nosotros a ella.
— Para después del concurso, ¿tienen pensado seguir escribiendo?
—(Felipe) Yo sí. Ahora en la netbook que me dieron estoy escribiendo un cuento sobre misterio.
— (Tomás) Yo estoy pensando uno, no lo escribí todavía. Es sobre fútbol, pero no sobre patear y todo eso, sino una historia tipo Fontanarrosa. Me encanta Fontanarrosa.
—¿Y a vos Felipe qué te gusta leer?
—Como lo que escribo. De aventura. Que pasen cosas raras.
—¿Algún cuento que te acuerdes ahora?
—(Felipe) “El loco Cansino” de Fontanarrosa, es de fútbol.
—(Tomás) Me lo habían dado en la escuela a mí, y me lo leí rápido, y se lo di a él para que lo lea.
—Una duda, a ver si nos contás. ¿Por qué tu cuento se llama “La isla piratea”?
—(Felipe) Y, porque es una isla que iba a ser destruida y los piratas la salvaron.
—(Tomás) Mi interpretación es que no es una isla donde viven piratas, es una isla que piratea, que flota, que es como un barco…
Los tres chicos hacen su escuela primaría en la Escuela de Educación Media Nº 411, la “Gurruchaga”. Para la madre, el establecimiento cumple un papel esencial en el placer que muestran sus chicos por las letras: “uno elige una escuela y elige un modelo”. Allí, por ejemplo, recibieron clases de periodismo y de teatro, y hasta sucedió que Tomás leyó un cuento a los más chicos de la escuela.
— ¿Y cuál es su materia favorita?
—(Felipe) La mía huerta. Ahí aprendí a sembrar tomates, lechugas. Los que más rico me salieron fueron los tomatitos, los cherry.
—(Tomás) Yo prefiero matemática, pero todos me dicen que soy buenísimo en lengua. Igual ahora voy a ver, porque me cambie de escuela al Normal 1, y voy a ver si sigo idiomas o algo así.
— ¿Y de grande? ¿Qué les gustaría hacer?
—(Tomás) A mí me gustaría probarme para jugar al fútbol, me voy a probar a Central o a Newell’s. Nosotros somos de River pero no nos vamos a ir a jugar allá lejos… Y si no me gustaría dedicarme a todo lo que es Arquitectura.
— (Felipe) Yo quiero tener una huerta propia. Acá tenemos ese jardincito (señala el balcón, y se ríe). Antes quería ser maestro de huerta pero ahora ya no, ahora quiero tener una nomás.
Hace pocos días que volvieron de sus vacaciones en Valeria del Mar. Aprovechando el tiempo libre, Tomás quiere aprender a tocar la guitarra. “Yo soy del rock pesado”, cuenta. “Me gusta Iron Maiden o AC/DC”.
A Felipe, por otro lado, le gusta “de todo”. Antes era del reggaeton, ahora “del rock no tan pesado”, según cuenta su hermano. “Escucha los Rolling, o Gun’s and Roses, que no son tan pesados como los gritos de Iron Maiden”. Otra de sus canciones favoritas es la de León Giego, “El ángel de la bicicleta”. Los chicos cuentan eso mientras toman un poco de coca cola, y la abuela ceba unos mates a los más grandes ahí presentes. Franco, el amigo, los espera sentado.
Ellos hablan mucho, hacen solos la nota, y después se van corriendo a jugar. Desaparecen enseguida. Volverían al rato, para despedirse.
— ¿Algún libro que les gustaría recomendar a alguien que lea esta nota?
—(Tomás) Los de Fontanarrosa, que son todos de Ediciones de la Flor: “Puro Fútbol”, “Una lección de vida”, y “La mesa de los galanes”. O si no “Harry Potter 4”, es el mejor que hay.
—(Felipe) Yo no sé porque recién estoy empezando a leer…
—Bueno, entonces para alguien más chico que vos, alguno que te haya gustado, o alguno para quien recién esté empezando a leer también…
—(Felipe) ¡Ah sí! “La doctora chispeta y sus fórmulas secretas”.

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